De sobra se conocen las bondades de la escritura, basta dar una mirada a Fahrenheit 451 para trasladarse a un mundo sin escritura.
Sin embargo, a diferencia de la vulnerabilidad del patrimonio documental con soportes de papel o vidrio (en el caso de la fotografía) los archivos digitales son, posiblemente, la memoria más vulnerable de todas.
El formato digital que ya abarca casi todas actividades urbanas, especialmente las citadinas y en particular, las académicas, está en un riesgo inminente al que se le aúnan diversas legislaciones que en algunos casos omiten, y en otros cierran, las posibilidades de la socialización del mismo.
