Un día como hoy, en 1995, el Archivo General de la Nación de México designó el 27 de marzo como el Día del Archivista. La fecha conmemora el 27 de marzo de 1790, cuando el II conde de Revillagigedo, Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, solicitó al Ministerio de Gracia y Justicia del reino español la creación de un archivo para la Nueva España. Su petición respondía a la necesidad de organizar la documentación gubernamental, que se encontraba en un estado de desorden e impericia.
La visión del conde de Revillagigedo permitió la conservación de valiosos registros novohispanos y sentó las bases para el crecimiento del acervo documental en el México independiente y a lo largo del siglo XX.
La organización y acceso a los documentos, esenciales para la gestión de la memoria histórica, dependen de archivistas comprometidos. En sus inicios, el trabajo archivístico recaía en personas que simplemente sabían dónde se encontraban los documentos. Sin embargo, con la profesionalización de la disciplina y la consolidación de la teoría archivística, la labor se ha vuelto más compleja, con un énfasis cada vez mayor en la accesibilidad de la información.
A casi 22 años de su fundación, Adabi ha demostrado un firme compromiso con la capacitación de quienes, sin ser archivistas de profesión, han dedicado su trayectoria a esta labor en diversas instituciones públicas y privadas.
Conscientes de la importancia de la formación, la doctora Stella María González Cicero y el maestro Jorge Garibay trabajaron para dotar a estos profesionales de conocimientos en teoría archivística. Recientemente, se impartió un curso sobre indicadores para instituciones que gestionan patrimonio documental, dirigido tanto a personal de archivos como a miembros de los Institutos de Vida Consagrada. También se abordaron nociones básicas de conservación de documentos en papel y fotografía.
Estas acciones han alcanzado a numerosas instituciones en distintos estados del país, como el Archivo General del Estado de Oaxaca, las juntas auxiliares del municipio de Puebla, el Archivo General del Estado de Campeche, el municipio de Tulancingo de Bravo y la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana, entre muchas otras.
La labor de Adabi ha marcado un antes y un después en el ámbito archivístico. Conoce el valor de quienes trabajan en los archivos, pues son piezas clave tanto para la conservación de la memoria como para el funcionamiento diario de las instituciones.
Un archivista capacitado, comprometido y con vocación marca la diferencia. Reconocer su esfuerzo y dedicación es un acto de justicia, al menos una vez al año.
¡Felicidades a quienes resguardan nuestra memoria!