John G. Lazos
Montreal, Canadá
Junio, 2023
La asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México se encuentra de plácemes al llegar a sus primeras dos décadas de actividad y decidió celebrarlo con música. El motivo no es del todo menor. Parte esencial de nuestra memoria documental está representada por un vasto —y poco conocido— pasado sonoro que se resiste a quedar en el olvido. No son palabras al aire. Este pasado sonoro, consistente en una práctica musical que abarca más de tres siglos y medio de ininterrumpida actividad, pende de lo que llanamente se denomina como el manuscrito musical. Tal como suena, se trata de documentos cuyo sentido y valor se reconocen gracias a su particular simbología.
Amén de los diversos factores que nos han distanciado de este mundo sonoro, hay que considerar que los músicos, desde principios del siglo XVI y hasta mediados del XIX, transmitieron su oficio al escribir, copiar y arreglar melodías en manuscritos. Es decir, existe una abundancia de escritos musicales originales que se encuentran repartidos en espacios religiosos —como catedrales, basílicas, conventos y parroquias— y laicos —como colegios, conservatorios, museos y colecciones particulares—. Es este legado, precisamente, el que nos concierne aquí.
En México el acceso a la música, así como su respectivo estudio, sobre todo dentro de la temporalidad mencionada, sigue siendo in situ. Esto quiere decir que hay que trasladarse al acervo o archivo que resguarde los manuscritos, buscar a la persona responsable y literalmente pedir permiso para consultar este mundo sonoro. Sin embargo, nos enfrentamos con una ineludible realidad. Los materiales musicales se encuentran, en el mejor de los casos, arrumbados en la parte superior de un librero, dentro de cajas, en algún cajón olvidado o desperdigados sobre una mesa; es decir, si bien forman parte de un corpus documental, hace falta una clasificación y un inventario —o un catálogo, que sería lo ideal— que permita su consulta, labor que continúa como un gran pendiente en nuestro medio.
Así que sobran las razones para hablar de música y archivos, y eso nos da la pauta para mencionar a Adabi, que decidió organizar y auspiciar el II Simposio de Fuentes para la Investigación Musical. Acordamos que la premisa sería invitar y reunir a colegas mexicanos y de otras latitudes para intercambiar y dialogar sobre objetivos e intereses comunes. El resultado fueron tres fructíferas y enriquecedoras mesas que se dieron lugar entre el 7 y 9 de junio.
Primera mesa
Para dar inicio al Simposio, Édgar Calderón, desde Morelia, Michoacán, nos habló sobre los “Criterios y herramientas de documentación para la catalogación e investigación musicales novohispanos (Archivo Musical de Santa Rosa, siglo XVIII)” para saber cómo aprovecharlos y encontrar concordancias existentes entre ellos. Como ejemplo, Calderón nos presentó el manuscrito que fue hallado recientemente en una bodega del Conservatorio de las Rosas, y habló del “Acto Primero” de la ópera seria intitulada La Mèrope, del compositor catalán Domingo Terradellas.
En segundo lugar, se presentó “Discusiones en torno a la música sacra en la prensa mexicana del siglo XIX”, un tema que le queda como anillo al dedo a Antonio Moreno. Radicado en Santiago de Querétaro, Moreno se ha sumergido en el estudio de un periodo del que parece que se ha dicho todo, aunque en realidad todavía queda mucho por descubrir. Las discusiones sobre la música sacra en la prensa católica y liberal hacia fines de siglo XIX fueron puestas sobre la mesa con la idea de revisar si las opiniones de los periodistas de esa época fueron un intento de cambiar la realidad de la música sacra o de mantener la misma narrativa que se había visto envuelta por un estilo profano y dramático.
Por su parte, Jesús Herrera, docente de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana, habló sobre los “Acervos musicales en posesión de particulares”; a modo de anecdotario hizo un extenso recorrido que comenzó con su valioso trabajo de investigación sobre el Quaderno Mayner, manuscrito resguardado en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, para luego hacer mención de las 6 sonatas misteriosas que contiene cuya autoría seguimos sin conocer, lo que da pie a sus comentarios sobre las colecciones privadas —familiares en este caso particular—, y su relevancia al ser mudos testigos que bien vale la pena estudiar.
Se contó con la participación de Cristóbal Durán y Eduardo Escoto, originarios de Guadalajara, Jalisco, quienes impartieron las charlas “Música y memoria: Fuentes para el estudio de la cultura musical en Guadalajara, siglos XVIII-XIX” y “Valoración sobre la investigación de la música decimonónica en diferentes archivos de Guadalajara”, respectivamente. La ponencia de Durán es el resultado de un gran esfuerzo luego de estudiar ciertos fondos musicales —que incluyen libros de coro, manuscritos, códigos musicales, entre otros— hallados en algunas catedrales de ese estado, en la Biblioteca Pública de Jalisco y en otros archivos históricos. A la par, toma en cuenta la diversa documentación histórica administrativa, relevante para completar el estudio de tales acervos musicales. Para cerrar la primera mesa, Eduardo Escoto compartió una brillante perspectiva interdisciplinaria que abona al estudio de las fuentes musicales y extramusicales halladas en diferentes tipos de archivos; el investigador nos propone, en resumen, pensar en una mayor revaloración de nuestro patrimonial musical.
Segunda mesa
La segunda mesa contó con la presencia de cuatro especialistas provenientes de diferentes partes del mundo: Aurelio Tello (Perú), Antonio Ezquerro (España), Houman Behzadi (EE. UU.) y Jennifer A. Ward (Alemania). Esta segunda jornada dio inicio con la charla del Dr. Aurelio Tello, quien nos compartió detalles de “La Colección Sánchez Garza: la catalogación como un proyecto musicológico”, un claro ejemplo de cómo se debe de hacer un catálogo musical. Hay que recordar que al lado de Tello también colaboraron Bárbara Pérez, Omar Morales y Nelson Hurtado, quienes tomaron cerca de 400 obras que alguna vez pertenecieron al Convento de la Santísima Trinidad de Puebla para ofrecernos un valioso documento de tal calidad que ya es un referente de consulta documental que puede visitarse en línea: Colección Sánchez Garza. Estudio documental y catálogo de un acervo musical novohispano.
Por otro lado, Antonio Ezquerro ahondó sobre “Cuestiones en torno a la catalogación y estudio crítico de fuentes documentales en los archivos y bibliotecas de música españoles y su puesta en común”, una ilustrativa y metódica muestra en torno a la producción hecha en España de un amplio número de catálogos y trabajos de tesis sobre la historia de la música, cada uno con renombradas figuras de la musicología española que resultan ser aportes relevantes en el ámbito de los estudios musicales.
La segunda parte de esta mesa, presentada en inglés, inició con la participación de Houman Behzadi, responsable de la biblioteca de la Facultad de Música de la Universidad de McGill, quien nos habló sobre la idea de estos espacios como ecosistemas en los que el bibliotecario funge como un facilitador que conecta a la comunidad integrada por el estudiante, el músico intérprete, el investigador y cualquier interesado con los varios recursos documentales que tiene a su cargo. Como ejemplos de estos ecosistemas, el ponente mencionó los siguientes: Marvin Duchow Music Library | McGill Library – McGill University; Music special collections | McGill Library – McGill University; Welcome! – Archival Collections Catalogue (mcgill.ca)
La última participación de esta segunda jornada estuvo a cargo de Jennifer Ward, representando al Répertoire International des Sources Musicales, quien nos ofreció una visión global de la gran tarea que RISM ha hecho desde hace más de siete décadas catalogando fuentes musicales de todo el mundo. Su base de datos cuenta con más de 1.4 millones de entradas que se encuentran libres para su consulta. La especialista añade, además, que aunque la participación de Hispanoamérica comienza a ser visible, la suma de entradas solo demuestra lo mucho que esta región puede, y debe, aportar. Jennifer concluyó con una invitación abierta para cualquiera que quiera colaborar con RISM (véase: II Simposio Fuentes para la investigación musical – Répertoire International des Sources Musicales (rism.info))
Tercera mesa
Para dar inicio a la tercera y última mesa de este simposio, Bárbara Pérez y Mónica Aguilera, académicas del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez, presentaron “Fuentes para el estudio del canto monódico en México: revisión y proyección”, teniendo como base los libros de coro de la Catedral de México. El proyecto de Bárbara y Mónica consiste en hacer un censo de las fuentes monódicas novohispanas —sobre todo libros de coro en canto llano— que se encuentran en México; tarea que, señalaron, resulta compleja, ya que hay que localizar e identificar cada uno de estos monumentales e históricos documentos.
En segundo lugar, John G. Lazos, con su ponencia “Primer adelanto sobre los manuscritos musicales del antiguo Convento de Santa Clara en la Ciudad de Santiago de Querétaro”, dio una primicia de lo hallado en el Archivo Histórico Agustín González que se encuentra en el Conservatorio de Música José Guadalupe Velázquez. Entre los más de 12 mil documentos que resguarda este archivo existe un distintivo corpus de manuscritos musicales con referencias directas a Santa Clara, el cuarto convento de mayores dimensiones en Nueva España. Este proyecto finalizará con el catálogo musical que tiene prevista su publicación para principios del próximo año.
Como penúltima participación de esta tercera jornada se contó con la exposición “El Archivo Histórico del Conservatorio Nacional de Música y el Archivo Zevallos Paniagua: dos acervos para estudiar la música del siglo XIX”, a cargo de la especialista Áurea Maya. En ella, la doctora hace referencia a la importancia de la catalogación de acervos musicales y pone como ejemplo el caso de Cenobio Paniagua, compositor de Catalina de Guisa (1859), considerada la primera ópera mexicana. Maya lleva tiempo trabajando a fondo con el legado de este autor, investigación que ha dado como resultado el catálogo musical de su obra y la de su hijo, Manuel Paniagua. Posteriormente, en 2017, llevó a cabo el rescate, edición y puesta en escena de Catalina de Guisa. Si hay algo con lo que uno sueña en este medio musical y archivístico, es el poder escuchar parte del repertorio al que dedica años de estudio, y Áurea ha tenido la afortunada iniciativa de promover varias interpretaciones con jóvenes talentos mexicanos.
Finalmente, concluimos este Segundo Simposio con Luisa Vilar-Payá, catedrática de la Universidad de las Américas Puebla, con su ponencia “Deducciones a partir de sellos estampados en partituras y manuscritos de fines del siglo XIX y principios del XX”. Los sellos del Fondo Terrés, que consta de libros e impresos de música y que comprenden los años de 1930 y 1981, resultan fundamentales para entender la circulación y apropiación de un repertorio musical que también incluye varios de los nombres de sus intérpretes, la gran mayoría mujeres.
Agradecemos la iniciativa e interés de Adabi por rescatar y difundir parte fundamental de nuestro patrimonio sonoro, que, como hemos visto en los últimos años, se resiste a guardar silencio.
Para aquellos que todavía no han tenido la oportunidad de ver y escuchar estas charlas, o también para los que gusten de repetir, adjuntamos aquí el enlace con las tres mesas y sus respectivos participantes: Adabi | Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibli… – YouTube