Los hermanos Olivier García heredaron de su padre lo que la memoria de ciertos malagueños letrados recuerdan como “vastísima”.
Su padre había creado el acervo a partir de la recuperación de aquellos libros que fueron saqueados de los conventos durante diversas revueltas ocurridas en la ciudad.
Al no tener descendencia, pues ambos eran clérigos, este patrimonio bibliográfico, del que disfrutaran muchos intelectuales locales, se dispersó tanto en el territorio español como en el extranjero.