Dentro del marco del II Coloquio internacional El valor de los archivos judiciales como fuentes históricas se presentó la tertulia “El Niño Fidencio. ¿Curandero o charlatán?: casos localizados en los archivos judiciales”, dirigida por la maestra Rita María Hernández Hernández, profesora de la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Morelia de la Universidad Nacional Autónoma de México. La ponente menciona de inicio que el fenómeno del personaje conocido popularmente como el Niño Fidencio se desarrolló especialmente en el norte y el Bajío del territorio mexicano en las primeras décadas del siglo XX. Es a partir de tres expedientes judiciales que se hace este recuento de la vida de este controvertido personaje, expedientes que fueron incorporados al programa de Memoria del Mundo como un registro nacional 2022 por contener una “leyenda popular” de la región.
El primer expediente en el que se le menciona es el registrado en el Juzgado Tercero de Letras del Ramo Penal de Monterrey, que tiene como fecha inicial el 18 de enero de 1929. Asentado en el poblado de Espinazo, Nuevo León, el Niño Fidencio ejerció sus prácticas sanadoras desde ese inhóspito lugar hasta donde llegó el entonces presidente de la República mexicana, Plutarco Elías Calles, para tratar de remediar una enfermedad que lo acosaba y que Fidencio pudo “curar”. Ello trajo consigo un incremento de la propaganda de sus habilidades curativas que trascendió más allá de la región, pero también trajo una denuncia del Consejo de Salubridad de Nuevo León de ejercer la medicina sin título, al parecer el cargo que consideraron más posible para impedir su práctica, cuya fama ya se extendía hasta los Estados Unidos.
La maestra Hernández deconstruye la historia del fenómeno a partir de los distintos documentos que se presentan como pruebas en los tres expedientes tales como constancias, solicitudes, cartas, entre otros. El segundo expediente localizado en el Estado de México que también inician las autoridades sanitarias de la demarcación se compone de muy pocas fojas, ubicando la actividad del denominado Niño Fidencio fuera de su localidad inicial, refiriendo su práctica en los poblados de Polotitlán y Aculco, aunque aquí ya se habla de la detención del personaje por charlatán; sin embargo, tanto este segundo expediente como un tercero generado en Michoacán se refieren a personas que se hacen pasar por él: el primero por estar fuera de su localidad cuando se tiene la certeza de que se encontraba en Espinazo, y en el tercer expediente al rebasar sus actividades la fecha de muerte de la que se tiene la certeza que ocurrió –en octubre de 1938–, ya que la documentación se inicia el 15 de enero de 1943 en Pátzcuaro, Michoacán y es el proceso más completo de los tres existentes.
Gracias a la charla de la maestra Hernández es posible acercarnos a un pasado no tan remoto de la práctica médica fuera de las ciudades y del ámbito hospitalario, y observar cómo aquellas personas que tienen un aparente o comprobado poder de sanación también tienen un “capital” social derivado de su práctica y de la fama que les acompaña, a tal grado de que se muestra a dos usurpadores que aprovecharon la fama del personaje real para obtener beneficios propios a costa de las expectativas de las personas en la capacidad sanadora de la persona. Es también patente todo aquello fuera del ámbito judicial que se revela en estas páginas y que permiten lecturas desde muy diversos ángulos que van desde la historia de la medicina hasta la de las mentalidades.