Este mes elegimos crear una nueva sección denominada “Latitudes”. Diario de Historias la publicará en algunos de sus ejemplares, con el fin de divulgar fotografías en las que se aprecien similitudes entre culturas, personas, tradiciones u oficios, aun cuando esas realidades, comúnmente se encuentren apartadas entre sí.

Este ejercicio llevará a reflexionar sobre temas asociados a la forma simultánea como surgieron, hace miles de años, la agricultura y las religiones en distintas partes del mundo o bien, a los análisis sobre el origen de las culturas originarias, las cuales, por separado y sin tener contacto entre sí, desarrollaron un lenguaje y una forma de escritura propios. Otro objetivo será hablar sobre personas que viven en distintas latitudes, quienes sin conocerse tienen entre sí más afinidades que con sus vecinos de calle o de barrio.

A su vez, queremos despertar un poco la imaginación para hacer preguntas como ¿Qué pasaría si los comerciantes que aparece en las dos fotografías que ilustran nuestro ejemplar de este mes, pudieran hablar sobre lo que tienen en común? ¿Desde cuándo usan esa balanza para pesar sus productos? ¿Quién la fabricó y con qué materiales? ¿Viven muy lejos del mercado en el que acostumbran vender? ¿Cómo es su rutina?

Nuestras respuestas imaginarias serían seguramente muy diferentes si desconociéramos en dónde y cuándo se tomaron las imágenes.

En virtud que Diario de Historias es un espacio para hablar sobre patrimonio documental y viajes, consideramos fundamental promover la importancia de leer y contextualizar este tipo de evidencias gráficas, para brindar la información mínima que comúnmente necesitamos en los archivos y en las bibliotecas para describir y hacer accesibles las colecciones. Dos datos imprescindibles en este caso son el lugar y la fecha.

La primera escena fue una visita que hicimos al mercado de Chichicastenango en Guatemala, en 1994.

La segunda fue cuando recorrimos un “souk” o mercado, ubicado en la ciudad de Fez, en Marruecos, en el año de 1998.

En ambos casos nos llamaron la atención los instrumentos de medición y las pesas que los comerciantes utilizaron, así como el momento exacto en el que sostuvieron la balanza con sus manos. Ello nos hizo recordar cuando el tiempo se detiene a la hora que un marchante usa la báscula y nos informa el precio exacto (y justo) de lo que compramos. Digamos que ese instante es expresado con claridad en el rostro de la niña y es muestra de una práctica ancestral de intercambio comercial, que sobrevive a nuestros días.

Otro contraste llamativo es el colorido de los vestidos de las dos mujeres marroquíes que aparecen en la foto, por un lado, así como la belleza de los bordados que se alcanzan a ver en la ropa que portan las mujeres de Chichicastenango, así como en el trapito que ellas pusieron en el recipiente en donde guardan el alimento que venden.

Finalmente, el volumen y profundidad que tiene el cesto tejido que el hombre de Fez colgó en su bicicleta para transportar su mercancía, sin duda activa otras conexiones neuronales sobre la diversidad de canastos o chiquihuites de palma que los panaderos mexicanos tradicionalmente cargan sobre ruedas o en su cabeza.

Editor responsable: Yolia Tortolero Cervantes
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